Martial God Asura (MGA) Novela - Capítulo 6155
C6155 – El Triunfo Agonizante de Chu Feng
Un mar de rostros jóvenes inundó el majestuoso salón del Clan Celestial Ouyang. Entre ellos, un hombre de imponente estatura, aunque no agraciado, poseía una mirada férrea que lo distinguía: Ouyang Lingyu.
«¿Es cierto que Ouyang Kuangfei fue derrotado por Chu Feng?», inquirió con voz firme a un anciano.
«Así es», confirmó este con un gesto de cabeza.
«Una mancha para el honor del Clan Celestial Ouyang», sentenció Lingyu, enfilando hacia el Mar de la Matanza Inmemorial, seguido por la multitud de jóvenes.
«Lingyu», lo increpó el anciano, «¿estás seguro de querer entrar?»
«He soportado incontables penurias anhelando este momento. Restableceré la gloria del Clan Celestial Ouyang», respondió con determinación.
Ante tal convicción, el anciano guardó silencio, observando cómo los jóvenes se adentraban en el vórtice oscuro.
…
«Basta de fingir, Chu Feng. ¿Qué te ocurre? ¡Mírame a los ojos!», la voz de Eggy resonaba en la mente de Chu Feng, quien mantenía los ojos cerrados desde su ingreso a la Cámara de Tortura de la Llama Negra. Eggy, perspicaz, sabía que él ocultaba su sufrimiento. Para tranquilizarla, Chu Feng intentaba conversar, pero su voz se debilitaba con cada palabra.
Finalmente, abrió los ojos. Los instrumentos de tortura se habían esfumado.
«Eggy, lo conseguí», musitó con una sonrisa forzada, incapaz de ocultar su agonía.
Aunque su cuerpo aparentaba estar intacto, su mirada reflejaba un dolor inenarrable.
Eggy, observando la cámara vacía, no pudo evitar angustiarse. Comprendía la razón de la desaparición de los instrumentos…
De pronto, las paredes se resquebrajaron, transformándose en un torbellino de llamas oscuras que envolvió a Chu Feng.
Al disiparse, se encontró en un paraje desconocido. Un bosque a su izquierda, montañas imponentes a su derecha, un océano infinito a sus espaldas, y él, en medio de una vasta llanura.
Las tres perlas yacían cerca, pero Chu Feng estaba inmovilizado. Solo podía girar la cabeza para observar su entorno.
Un estruendo ensordecedor sacudió el cielo y la tierra. Nubes negras se arremolinaban, cargadas de rayos que pronto comenzaron a caer.
Desde los confines de ese mundo, los rayos se multiplicaban, descargando su furia como una tempestad apocalíptica.
Montañas y bosques fueron pulverizados, el océano se evaporó bajo la inclemente energía.
Y todos esos rayos convergían hacia un único punto: Chu Feng.
«Chu Feng, ¿puedes rendirte? ¿Es posible hacerlo ahora?», imploró Eggy, su voz cargada de terror.
Eggy, siempre valiente, se encontraba ahora paralizada por el miedo.
Chu Feng, un simple mortal, había soportado un dolor inimaginable con los instrumentos de tortura. ¿Cómo podría resistir una fuerza capaz de aniquilar el mundo?
«Tranquila, Eggy. No olvides que soy un maestro controlando rayos», respondió con una sonrisa, aunque en su interior apretaba los puños con fuerza.
Él tampoco estaba seguro de sobrevivir.
Finalmente, los rayos lo envolvieron por completo, descargando su furia sobre él.
En medio de la tormenta eléctrica, Chu Feng era una hoja a merced del océano, a punto de ser tragada por el abismo.
Sus gritos de dolor se perdían en el rugido ensordecedor de millones de rayos.
(Ojalá todo este sufrimiento lo eleve al rango de dios celestial)
…
Ante la imponente puerta del Mar de la Matanza Inmemorial, la tensión era palpable.
Pescesita, Long Chengyu, Long Muxi y los jóvenes del Clan Celestial Ouyang observaban con expectación y preocupación.
De repente, la formación de la puerta inferior se desvaneció.
«¿Qué ha pasado?», exclamaron conmocionados.
Chu Feng y Pescesita habían atravesado esa puerta, y Pescesita había regresado por ella al rendirse.
Sin la puerta, ¿cómo podría Chu Feng salir?
«¿Le habrá ocurrido algo a Chu Feng?», pensaron con temor.
En ese instante, la puerta principal comenzó a abrirse lentamente.
Una escalera de siete niveles se reveló ante sus ojos.
Eran las mismas plataformas que Chu Feng y Pescesita habían visto durante la prueba, enormes e imponentes.
Ahora, una escalera central conectaba las plataformas, permitiendo ascender hasta la cima.
Pero nadie prestó atención a ese detalle, pues en lo alto del séptimo nivel se erguía una figura de espaldas a ellos.
«¡Chu Feng!», gritaron al unísono, reconociéndolo al instante.
«¡Sabía que lo lograrías!», exclamaron con júbilo, conscientes de que había superado la prueba.
Sin embargo, la alegría se esfumó cuando Chu Feng se desplomó de rodillas.
En su mano sostenía una perla, pero su rostro estaba lívido, su mirada vacía y perdida. Sus pupilas dilatadas, como si la vida se le escapara.
«¡Chu Feng!», gritaron con angustia.
Se lanzaron al aire, volando hacia la séptima plataforma.
Pero pronto se escucharon gritos de dolor.
Los jóvenes del Clan Celestial Ouyang cayeron como piedras, estrellándose contra el agua. Sus cuerpos se retorcían de dolor, incapaces de emerger.
No había nada visible que explicara lo que sucedía.
Ouyang Kuangfei, Long Chengyu y Long Muxi también cayeron, sufriendo un dolor insoportable.
Solo Pescesita, con el ceño fruncido, decidió…
Ariel Lopez
Que bueno es leer el guerrero Dios asura, Chu Feng un joven muy fiel a los amigos,